Groenlandia vota con la independencia en mente por las amenazas de Trump

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La actitud de EE.UU. impulsa a los partidos que quieren un referéndum ya

Los opositores independentistas moderados de Groenlandia se imponen en las elecciones

Groenlandia vota con la independencia en mente por las amenazas de Trump
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Groenlandia vota con la independencia en mente por las amenazas de Trump

Los groenlandeses acuden hoy a las urnas para las elecciones generales en medio de una gran expectación internacional debido a la ambición manifiesta de Donald Trump por apoderarse de esta estratégica isla ártica.

La amenaza ha colocado el debate por la independencia respecto al reino danés en el centro de la campaña electoral, y los partidos que quieren un referéndum de autodeterminación –una opción legal dentro del estatus de autogobierno adquirido en el 2009– ven en la actitud del presidente de Estados Unidos un elemento de fuerza para su causa. Dinamarca, que hasta 1953 tuvo a Groenlandia como colonia –fue así durante dos siglos– y que actualmente mantiene las competencias sobre política exterior, seguridad e inmigración, escruta estos comicios como nunca antes en la historia.

Groenlandia vota con la independencia en mente por las amenazas de Trump

Dos mujeres esperan el autobús en una caseta con carteles electorales del partido independentista Naleraq, el 5 de marzo, en Nuuk (ODD ANDERSEN / AFP)

Dinamarca observa como nunca las elecciones en su isla ártica, con gobierno propio desde el 2009

Las elecciones se celebran cada cuatro años para renovar el Inatsisartut (Parlamento), que tiene 31 escaños. De los 57.000 habitantes de la isla, unos 40.000 están llamados a las urnas. Los resultados se conocerán pasada la medianoche de este martes, madrugada del miércoles en Europa.

El primer ministro, el izquierdista verde Múte Bourup Egede, que quiere la independencia y gobierna en coalición con el partido socialdemócrata Siumut (Adelante), también proindependencia, aspira a repetir. Ambas formaciones difieren en los tiempos para el referéndum, pero coinciden en mostrarse cautas ante los costes del adiós, sobre todo para la economía y el Estado de bienestar.

“Nuestro país necesita alcanzar el estatus de estado independiente o nuestras oportunidades para participar en las negociaciones sobre nuestro futuro seguirán siendo limitadas; en cualquier cosa que hacemos a escala internacional, tenemos que ir acompañados de diplomáticos daneses, esto debe terminar”, dice Doris Jakobsen-Jensen, diputada de Siumut, en los pasillos del Parlamento. “Nuestro partido defiende que el referéndum debería hacerse durante la próxima legislatura”, afirma Jakobsen-Jensen. Eso significa que la cita con las urnas debería ser a más tardar a inicios del 2029.

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Mientras, el centrista Naleraq (Punto de orientación), el mayor partido de la oposición, ha ganado adeptos con su reclamación de la independencia por la vía rápida –quiere que el referéndum se celebre ya–, pero ha tenido que modular su apertura inicial a cooperar con EE.UU. Una frase se oye una y otra vez en Nuuk: “No queremos ser estadounidenses ni daneses; somos groenlandeses.”

Según una encuesta de los periódicos Berlingske (danés) y Sermitsiaq (groenlandés), el 85% no quiere que su isla pase a ser estadounidense. Al tiempo, los agravios hacia la antigua metrópoli persisten, acicateados por la tardía admisión por parte de Copenhague de los atropellos cometidos y por la aún condescendiente mirada de muchos daneses hacia sus teóricos compatriotas. La misma encuesta indica que el 84% desea la independencia, pero el 45% la quiere solo si no tiene un impacto negativo en su nivel de vida.

Los groenlandeses –el 85% son inuit y el resto, daneses– viven sobre todo de la pesca y, en mucha menor medida, de la minería. Dinamarca les envía una subvención anual de unos 522 millones de euros, que representa el 20% del PIB groenlandés. Ante la escasez de personal, Copenhague suministra en rotación médicos y maestros, que van relevándose para trabajar con sus colegas groenlandeses. También los policías son daneses.

No hay carreteras en esta isla, con el 80% de su superficie siempre helada; todos los desplazamientos entre ciudades y pueblos deben hacerse por avión o en barco. Esto dificulta mucho la logística sanitaria. Hay un solo hospital, el Reina Ingrid, en Nuuk, y cuatro pequeños centros de salud repartidos por el territorio. Los pacientes graves que Nuuk no puede asumir son aerotransportados a Copenhague, que cubre todos los gastos. Nadie quiere perder la sanidad pública asegurada, mientras el nivel de vida se encarece.

Christian Andersen, de 35 años, trabaja en la construcción. “Cada vez viene más gente a Nuuk a vivir porque, en otros sitios, es más difícil tener suministros. Falta vivienda, los alquileres en Nuuk cuestan casi como en Copenhague”, dice mientras muestra en su móvil un portal de alquileres que oferta pisos por 13.000 coronas al mes (unos 1.740 euros).

¿Es viable la independencia? “Tenemos que debatirlo; podría ser una forma de independencia en la que sigamos colaborando estrechamente con Dinamarca y desarrollando nuestras áreas, sobre todo sanidad y educación”, dice Pipaluk Lynge, diputada de Inuit Ataqatigiit (Comunidad de la gente; inuit significa gente), el partido de izquierda verde del primer ministro. “Muchos de nuestros jóvenes estudian en Dinamarca. Miles de groenlandeses se han trasladado a Dinamarca. Tenemos fuertes lazos, aunque tengamos problemas pendientes que resolver”, afirma la diputada en su despacho. Los sondeos de intención de voto son inusuales, así que no hay previsiones.

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